CAPITULO 6 DEL LIBRO "HISTORIA SECRETA DEL SISTEMA EDUCATIVO"
de Jhon Taylor Gatto
(Libro completo)
La
gente corriente envía sus hijos a la escuela para que sean inteligentes, pero
lo que enseña la escuela moderna es la estupidez. Es una idea religiosa fuera
de control. No tiene que aceptar esto, sin embargo, para darse cuenta de que
esta clase de economía estaría amenazada si demasiada gente inteligente supiera
demasiado. No le pediré que lo acepte por fe. Sea paciente. Dejaré que un
famoso editor norteamericano le explique el secreto del éxito financiero global
dentro de un momento. Tenga paciencia.
La
estupidez a la antigua acostumbraba a ser simple ignorancia. Ahora la
ignorancia ha sido transformada en categorías matemáticas permanentes de
estupidez relativa como «dotados y con talento», «grupo principal» o «educación
especial». Categorías en que el aprendizaje es racionado para bien de un
sistema de orden. La gente estúpida ya no es simplemente ignorante. Ahora es
adoctrinada, su mente condicionada con dosis sustanciales de desinformación
preparada comercialmente con propósitos tranquilizadores.
Jacques
Ellul, cuyo libro Propaganda es una reflexión sobre el fenómeno, nos
avisó de que los niños prósperos son más susceptibles que los otros a los
efectos de la escolarización, porque se les promete más confort y seguridad
permanentes a cambio de la rendición total:
El
juicio crítico desaparece completamente, porque de ninguna forma puede jamás
existir juicio crítico colectivo [...] El individuo no puede seguir juzgando por sí
mismo porque inevitablemente relaciona sus pensamientos con todo el complejo de
valores y prejuicios establecidos por la propaganda. Respecto a las situaciones
políticas, se le dan hechos juicios de valor investidos con el poder de la
verdad por [...] la palabra de expertos.
La
nueva estupidez es particularmente mortal para los chicos de clase media o
media-alta, ya hechos superficiales por múltiples presiones para conformarse,
impuestas por el mundo exterior a sus padres normalmente ligeramente
arraigados. Cuando llegan a adultos, están convencidos de que tienen que saber
algo porque sus títulos y licencias eso dicen. Permanecen así convencidos hasta
que un divorcio inesperadamente brutal, una reducción de personal a media edad
o ataques de pánico sin sentido perturban el equilibrio precario de su
humanidad incompleta, de sus vidas adultas nacidas muertas. Alan Bullock, el
historiador inglés, dijo que el mal era un estado de incompetencia. Si eso es
cierto, nuestra aventura escolar ha llenado el siglo XX con
el mal.
Ellul
lo describe así:
El
individuo no tiene ocasión de ejercer su juicio sea en cuestiones de principio
o en sus implicaciones. Esto lleva a la atrofia de una facultad no ejercida con
facilidad bajo [las mejores] condiciones [...] Una vez el juicio personal y las
facultades críticas han desaparecido o se han atrofiado, no reaparecerán
simplemente cuando la propaganda se suprima [...] se necesitarían años de
educación intelectual y espiritual para restaurar esas facultades. El que está
sometido al influjo de la propaganda, al ser privado de una propaganda,
adoptará inmediatamente otra. Esto le ahorrará la agonía de encontrarse vis a
vis con un acontecimiento sin una opinión confeccionada.
Una
vez los mejores niños son rotos por un sistema así, se desintegran moralmente,
pasando a ser dependientes de la aprobación del grupo. Una alumna de mérito
nacional de mi propia familia escribió una vez que su sueño era ser «una
pequeña parte de una gran máquina». Eso me rompió el corazón. Lo que los chicos
atontados por la escolarización no pueden hacer es pensar por sí mismos o
estarse tranquilos alguna vez durante mucho rato sin sentirse locos. Los chicos
y chicas idiotizados muestran dependencia explotable de muchas formas por las
personas mayores especialistas en ello.
De
acuerdo con los análisis oficiales, la estupidez no se enseña (como sí mantengo), sino que es innata en un gran porcentaje de lo que se ha
venido en denominar «fuerza de trabajo». La expresión misma fuerza de trabajo debería decirle a usted mucho sobre la
mente que gobierna la sociedad moderna. De acuerdo a los informes oficiales,
sólo una pequeña fracción de la población es capaz de lo que usted y yo
llamamos vida mental: pensamiento creativo, pensamiento analítico, pensamiento
crítico, una tríada que ocupa las tres posiciones más altas en la Taxonomía de objetivos educativos
[Taxonomy of Educational Objectives] de Bloom. Sólo una fracción tan pequeña que le
impresionaría. De acuerdo con los expertos, la gran mayoría de la masa es
estúpida más allá de cualquier esperanza, incluso de forma peligrosa. Quizás
sea usted cómplice voluntarioso de este golpe social que ha hecho revivir el
sistema de clases inglés. Ciertamente lo es usted si su hijo ha sido
recompensado con la etiqueta dotado y con talento por su escuela local. Eso es lo que
Dewey entiende por «correcto» orden social.
Si
cree que no se puede hacer nada por el tonto excepto dar amabilidad, porque se
trata de la biología (el modelo de la curva de campana); si cree que los
opresores capitalistas han arruinado a los estúpidos porque son malos (el
modelo neomarxista); si cree que la estupidez refleja una fibra moral depravada
(el modelo calvinista); o que es el modo de la naturaleza de descalificar a los
inadaptados de las oportunidades de reproducción (modelo darwinista); o que es
el modo de la naturaleza de proveer alguien que le limpie el baño (el modelo
elitista pragmático); o que es evidencia de mal karma (el modelo budista); si
cree cualquiera de las diferentes explicaciones dadas para la posición de los
estúpidos en el orden social que tenemos, entonces estará obligado a admitir que una vasta burocracia es
verdaderamente necesaria para dirigir a los estúpidos. De otra forma nos asesinarían en la
cama.
La
sorprendente posibilidad de que la gente tonta no exista en suficiente número
para garantizar las carreras dedicadas a vigilarla le parecerá increíble. Sin
embargo esa es mi proposición: la estupidez masiva tuvo que ser imaginada
primero. No es real.
Una
vez se desea la existencia de los tontos, estos sirven para valiosas funciones:
como peligro que son para sí mismos y para los otros tienen que ser vigilados,
clasificados, disciplinados, adiestrados, medicados, esterilizados, metidos en
guetos, engañados, coaccionados, metidos en la cárcel. Para los idealistas
representan un desafío, réprobos a quienes hacer socialmente útiles. No importa
del modo que quiera verlo, cientos de millones de niños perpetuos requieren
atención pagada de millones de adultos custodios. Una horda ignorante que ser
escolarizada de una forma u otra.